Nueve meses después ya tienes a tu retoño a tu lado. Le miras, te mira, le vuelves a mirar y no te lo crees. Esa cosita tan pequeña es tuya, hace unas horas estaba dentro de ti y ahora es un ser vivo independiente. No hay palabras para expresarlo. Es un momento íntimo, ¿o no tanto?
¿Os agobiaron las visitas en el hospital? |
Las visitas en el hospital
En tu habitación de hospital se agolpan las visitas y los centros de flores. Casi no hay oxígeno y quizás demasiados gérmenes para tu pequeño. Es finales de noviembre y observas como a tu tía abuela se le cae el moquillo mientras se acerca al bebé. Entonces es cuando recuerdas el embarazo y lo que echas de menos tenerle dentro de ti fuera del peligro exterior. Te vuelves un poco paranoica y sobreprotectora. Es normal, pero tranquilos... ¡con el segundo se pasa!
Las visitas en el hospital |
La hora de los parecidos
-Mírale, es igualito que su padre.- comenta orgullosa tu suegra. Mientras tu madre te sonríe y asegura: -Cariño, es igual que tú. Cada familia se apropia de los rasgos, muecas, y apariencia del bebé como si fuera una competición. Y esa competición es extrapolable a amigos y vecinos de los padres.
A todo esto, el niño comienza a llorar sin consuelo porque tiene hambre. Las abuelas lo dicen a coro y todos te miran sin pudor hasta que una enfermera acude en tu auxilio.- Por favor, salgan de la habitación.- dice en un tono autoritario que no admite réplica. Entonces, suspiras y piensas, ¡por fin un poco de intimidad!
La intimidad dura poco. El niño se ha hecho caca y la idea de afrontar su primer cambio de pañal sin la ayuda de una enfermera cualificada te abruma. Sobre todo porque todavía no se le ha caído a tu bebé el ombligo y temes que pueda infectarse. Por un lado, estás deseando abandonar el hospital y que tu niño estrene esa cuna que compraste con tanta ilusión pero, por otro lado, tienes miedo de afrontar todo lo que supone la llegada a casa.
La intimidad dura poco. El niño se ha hecho caca y la idea de afrontar su primer cambio de pañal sin la ayuda de una enfermera cualificada te abruma. Sobre todo porque todavía no se le ha caído a tu bebé el ombligo y temes que pueda infectarse. Por un lado, estás deseando abandonar el hospital y que tu niño estrene esa cuna que compraste con tanta ilusión pero, por otro lado, tienes miedo de afrontar todo lo que supone la llegada a casa.
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